domingo, 13 de febrero de 2011
INTELIGENCIA EMOCIONAL
La inteligencia emocional es considerada como la habilidad esencial de las personas para atender y percibir los sentimientos de forma apropiada y precisa, la capacidad para asimilarlos y comprenderlos adecuadamente y la destreza para regular y modificar nuestro estado de ánimo o el de los demás.
Esta habilidad para manejar emociones de forma apropiada se puede y debe desarrollar desde los primeros años de vida ya que las emociones se expresan desde el nacimiento. Según Neva Milicic, psicóloga y doctora en Psicología Emocional, conectarse con las emociones del pequeño es la forma más básica para producir una comunicación empática, “una suerte de ‘complicidad’ que estará basada en un vínculo más profundo que la simple comprensión de los padres hacia su hijo, y que el niño reproducirá en las relaciones que establecerá en el futuro”.
La educación de las emociones tiene un gran peso en la prevención de posibles problemas emocionales y en el desarrollo de la personalidad del niño. Esta forma de educación debe ser, sin embargo, un proceso continuo y permanente, se puede y debe realizar a lo largo de toda la vida. La competencia emocional se logra a través de la experiencia, de la práctica diaria, contemplando cada momento como una gran oportunidad para aprender y mejorar en este aspecto.
Los expertos plantean que la personalidad se desarrolla a raíz del proceso de socialización, en la que el niño asimila las actitudes, valores y costumbres de la sociedad. Y son los padres los principales encargados de contribuir en esta labor, a través de su amor y cuidados, de la figura de identificación que representan para los hijos, ya que son agentes activos de socialización. Es decir, la vida familiar será la primera escuela de aprendizaje emocional.
La clave está en “tratar a sus hijos como le gustaría que les tratasen los demás” (J. Elías, S. B. Tobías y B. S. Friedlander en su libro Educar con inteligencia emocional, de Grijalbo).
Es muy importante escuchar a los hijos, prestarles interés sin juzgarles, porque tenemos una clara tendencia a corregirles, a señalar con ahínco sus errores y minusvalorar sus pequeñas proezas e inquietudes.
La escucha activa es una de las máximas de la inteligencia emocional, tan en boga y al tiempo tan desconocida. Y eso que todas las actividades de la vida, todo lo que nos sucede a diario, posee una carga emocional, un impacto que etiquetamos de agradable o desagradable según nuestra experiencia vital.
Pero si conocemos nuestras emociones, las expresamos correctamente y podemos controlarlas, no sólo seremos más felices, sino que tendremos al alcance una formidable herramienta para comprender mejor la conducta de nuestros hijos y corregirles sin necesidad de gritos ni cachetes.
Además, les estaremos guiando por el intrincado mundo de los sentimientos, alfabetizándolos emocionalmente en un proceso que determinará la estabilidad emocional del pequeño, su forma de enfrentarse a la vida y de relacionarse con los demás.
Desarrollo emocional del niño en los primeros años
* El recién nacido siente malestar o sosiego. Llora o ríe. Su mundo es de necesidades, afectos, y acciones, el primer trato con la realidad es afectivo.
* Hacia los 18 meses ya se han conectado las estructuras corticales con las profundas del cerebro, lo que permite la aparición de una afectividad inteligente.
* La seguridad del afecto de la madre es lo que permite al niño apartarse, explorar, dominar los miedos y los problemas, una correcta educación proporciona la seguridad y el apoyo afectivo necesarios para sus nuevos encuentros.
* El desarrollo de la inteligencia está muy ligado a la educación de los sentimientos, sentirse seguro es sentirse querido, en la familia uno es querido radical e incondicionalmente. Las experiencias infantiles impregnadas de afecto pasan a formar parte de la personalidad.
* Hacia los 2 años entran en su mundo las miradas ajenas, disfrutan al ser mirados con cariño. A partir de ahora cobra gran fuerza educativa la satisfacción ante el elogio o ante las muestras de aprobación de aquellos a quién el aprecia.
Lo que los padres SI deben hacer
● Aparcar las prisas y los agobios. Tomar aire, contar hasta diez y pensar dos veces lo que vamos a hacer o decir para resolver un problema con nuestro hijo. Actuar por impulso no suele ofrecer la mejor solución.
● En vez de fijarnos sólo en lo que nuestro hijo hace mal y señalárselo, también conviene reparar, y resaltar, lo que hace bien. Decirle que es un niño muy bueno funciona mejor que insistirle en lo malo que es.
● Escuchar y hablar con nuestros hijos. Para un niño, sus padres son las personas más importantes del mundo, y saberse escuchado y comprendido es la mejor manera de reforzar su autoestima.
● Enséñale a descubrir, nombrar y reconocer las emociones: las suyas y las de los demás, con preguntas del tipo: “Yo estoy contenta, ¿tú también?”; “ya veo que estás enfadada, tómate un tiempo y luego hablamos”; “parece que tu amigo Juan está un poco triste estos días, ¿le pasa algo?”.
Lo que los padres NO deben hacer
■ Negar la importancia de un sentimiento o un problema del niño con frases del tipo “tampoco es para tanto, no es para ponerse así, eso no son más que tonterías…”
■ Utilizar las órdenes, los gritos, las amenazas o los cachetes como reacción ante un comportamiento que no gusta. Al final, el niño acabará haciendo exactamente lo mismo.
■ Prohibir o reprimir emociones. Los niños aprenden enseguida qué emociones están bien o mal vistas por sus progenitores y reaccionan en función de eso, un comportamiento que a la larga genera bloqueos emocionales. La tristeza, por ejemplo, es un sentimiento poco comprendido en los pequeños.
■ Reproducir estereotipos sexistas, muy extendidos en el terreno de las emociones. No se debe contener a los niños con la cantinela machista de “los chicos no lloran” ni fomentar la sensiblería en las niñas.
ACTIVIDADES PARA INICIAR A LOS NIÑOS EN EL RECONOCIMIENTO Y DIFERENCIACIÓN DE LAS EMOCIONES BÁSICAS
- Proporcionarles un vocabulario relativo a las emociones, para que de esta forma puedan iniciarse en la identificación y comunicación de sentimientos. Es importante brindarles un vocabulario emocional, llamar a las emociones por su nombre: estoy enfadado, estoy triste, siento rabia, estoy contento…
- Pintar con ellos caras de personas que expresen la alegría, la tristeza o el enfado, haciendo que el niño participe y se fije bien en la diferente expresión entre una y otra emoción. Estos dibujos pueden exponerse en un lugar visible de la casa y, cuando el niño manifieste una emoción, llevarle a ese lugar para que intente señalar la que le ocurre a él y se fije bien en ellas. Será una sencilla forma para aprender a etiquetar emociones.
- Delante del espejo imitar con el niño distintas expresiones que representen estados emocionales, para que observen en ellos y en el adulto cómo cambian los ojos, la boca, la frente, las cejas... con cada una de ellas.
- Realizar caretas con cartulinas, cada una representará una emoción. Se puede jugar a que adivinen qué emoción representa cada careta.
- Con un álbum de fotos se puede pasar un momento agradable y educativo emocionalmente, enseñando al niño cada emoción en sus propias fotos y en aquellas en las que aparecen otras personas. De esta forma cada vez será más capaz de diferenciarlas y reconocerlas en sí mismo y en los demás.
- Durante el juego aprovechar para provocar emociones en los personajes y hacer que el niño se fije en ellas: “Mira qué contento está el muñeco cuando gana en la carrera”.
- Aprovechar cualquier situación de relación social, juego o, incluso, conflicto, para poner nombre a las emociones: “Mira cómo llora Juan, se ha caído y le duele mucho.”
El tiempo que se comparte con los niños es vital para proporcionarles un marco de apoyo en el que se desarrolle de forma adecuada su inteligencia emocional.
¿Qué se debe enseñar a los hijos?
♦ A entablar amistades y conservarlas.
♦ A trabajar en grupo.
♦ A soportar las burlas.
♦ A respetar los derechos de los demás.
♦ A motivarse cuando las cosas se ponen difíciles.
♦ A tolerar las frustraciones y aprender de ellas.
♦ A superar sentimientos negativos como la ira y el rencor.
♦ A tener una autoestima elevada.
LOS NIÑOS CON INTELIGENCIA EMOCIONAL
• Son seguros de sí mismos
• Trabajan bien con otros niños
• Saben manejar sus emociones
• Son más creativos
• Resuelven problemas por sí mismos
• Saben escuchar y respetar las ideas de otros
• Son perseverantes en los trabajos que realizan
• Tienen una autoestima positiva