Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a darme consejos, no has hecho lo que te he pedido.
Cuando te pido que me escuches y tú empiezas a decirme que no tendría que sentirme así, no respetas mis sentimientos.
Cuando te pido que me escuches y tú sientes el deber de hacer algo para resolver mi problema, no respondes a mis necesidades.
¡ESCÚCHAME!
Todo lo que te pido es que me escuches, no que hables o que hagas. Sólo que me escuches.
Aconsejar es fácil. Pero yo no soy un incapaz. Quizás esté desanimado o en una situación difícil pero no soy un inútil.
Cuando tu haces por mi lo que yo podría hacer y no necesito, no haces más que contribuir a mi inseguridad. Pero cuando aceptas, simplemente, que lo que siento me pertenece aunque sea irracional, entonces no tengo que intentar hacértelo entender, sino empezar a descubrir lo que hay dentro de mi.
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