sábado, 23 de septiembre de 2017

LA SOBREPROTECCIÓN

Sobreproteger es proteger en exceso, es convertir a los niños en personas con muchos derechos y sin ninguna obligación, es la incapacidad para marcar unos límites, de imponer unas normas y unas rutinas imprescindibles para un desarrollo emocional, personal y social adecuados. Los niños sobreprotegidos y excesivamente mimados terminan recurriendo a la exigencia y al chantaje. Además, al salir de casa, no se sienten comprendidos al no recibir el mismo trato.

Una actitud sobreprotectora fomenta la dependencia y, por tanto, retrasa el proceso de maduración de los niños, impide el libre desarrollo de la personalidad y puede llevar al desarrollo de miedos. Al pequeño sobreprotegido se le da todo hecho, se le solucionan todos los pequeños problemas que se le plantean en la vida diaria, se le evita cualquier sufrimiento, en definitiva, no se le orienta o guía, sino que se vigila, controla, se  hace "lo que sea" para que esté contento, para que no se contraríe, se le consiente, se le atiborra de cosas materiales, se le justifica por todo, no asume responsabilidades porque no se le deja, no tolera la frustración, no toma la iniciativa, siempre busca la ayuda de otro, lo pasa  mal al separarse de sus padres...

Hay que dejar que los niños cometan sus propios errores para que maduren y aprendan de ellos, dándoles siempre el apoyo que necesiten. Un niño sobreprotegido suele ser tímido y suele sentirse inseguro.

Los padres tienen que ser conscientes de que las actitudes sobreprotectoras suelen generar enormes carencias en el desarrollo de los hijos que son difíciles de compensar cuando llegan a la edad adulta. Muchas veces sienten que no dedican a los hijos el tiempo suficiente hace que y lo compensan con esta actitud.

Hay que ofrecer a los pequeños una protección natural, dejarlos crecer en un marco de convivencia donde el diálogo y la disciplina sean valores fundamentales. Esta protección conlleva a cuidar a nuestros hijos, atender sus necesidades y quererles incondicionalmente.

Hay que aceptar a los hijos como son, no como nos gustaría que fueran. Es necesario aportarles seguridad marcando normas y rutinas elementales, haciéndoles responsables en el ámbito doméstico (responsabilidades adecuadas a la edad y a la capacidad de cada niño), no acostumbrándoles a obtener de manera fácil todo lo que quieren. Los niños deben tener límites claros para ellos.



Los niños necesitan, desde pequeños, que se les escuche, que se respeten sus ideas, que se les dé cierta libertad para tomar decisiones (aunque se equivoquen), tienen que llorar, protestar como descargas emocionales necesarias en cualquier persona, necesitan hacer actividades con otros niños (cumpleaños, deportes) al margen de sus padres. Hay que acostumbrar a los niños a que, poco a poco, tomen decisiones y afronten errores siempre con la orientación, cariño y apoyo de sus padres.


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